lunes, 30 de junio de 2008

GRACIAS



Lunes, demasiado temprano.




Pelo mojado, barba de un día. Los rayos de sol, arrogantes, me ciegan a traición; Yo les respondo arrugando la nariz. Monto en el tranvía, el cruasán del desayuno aún atravesado en la garganta. Consigue, no obstante, seguir su camino, ayudado por un minibrick de zumo de naranja. Dispongo de una superficie del tamaño de una baldosa para colocar mis casi dos metros de humanidad. Dos paradas más tarde, un gordo sudoroso con una gorra de Alemania se levanta, dejando tras de sí un asiento libre y un olfativo recuerdo de su presencia. Soy más vago que escrupuloso, así que con la velocidad del rayo me acomodo en el nuevo espacio, mientras intento resignarme a la idea de tener que hablar alemán (o de intentarlo) durante el día. A mi alrededor no veo más que caras largas, y alguna banderita por el suelo. La gente susurra, y se miran unos a otros con ojos azules ribeteados de ojeras moradas. Hemos perdido, piensan.

Llego a la oficina, y saludo a mis compañeros. Les tengo preparada un pequeño detalle de reconciliación (las penas con bombones son menos). Hoy soy yo el que está alegre, y aunque no pueda celebrarlo como deseo, con la gente que quiero, me siento orgulloso, qué coño, de venir de donde vengo. De que mi selección haya ganado la Eurocopa, como hay que ganar, pasando por encima de los mejores. La victoria merecida es mil veces más dulce. Esa es la prueba de que el destino no es la meta, el camino es lo que nos hace mejores. Intento apuntarme esa lección y grabarla a fuego en mi interior; ojala la interiorice algún día. Mientras, sigo esperando…




Gracias.